Mucho se habla sobre la importancia y el impacto de la inversión extranjera en los países receptores. Las opiniones van desde los más optimistas que creen que cualquier tipo de inversión extranjera es buena, hasta quienes creen que toda inversión por parte de empresas extranjeras implica un deterioro en los países donde operan.
Sin embargo, no se puede comprender de manera clara el impacto de la inversión extranjera mirando solo en blanco y negro, porque todo depende de la forma en que esta inversión se realiza, y el impacto de cada proyecto en materia ambiental, social, tributaria, económica, legal, entre otras variables. Tampoco se debe analizar solo desde una mirada netamente estadística con respecto a variables propias de la microeconomía, la macroeconomía, o en términos de análisis de la balanza comercial, porque también se debe tener en cuenta si realmente estas actividades realmente contribuyen en el mejoramiento de la calidad de vida de los trabajadores, sus familias y comunidades.
Del otro lado, es bien sabido que la existencia de un marco regulatorio demasiado estricto genera multiples obstáculos para la atracción de capital extranjero, lo que ha llevado a paises en desarrollo y sin un fuerte sector productivo a flexibilizar normativas ambientales, laborales, tributarias y de todo tipo, con tal de atraer inversores para el desarrollo de determinadas actividades económicas para las cuales el capital y el desarrollo tecnológico interno no son suficientes.
Así las cosas, la apuesta por atraer inversión extranjera debe hacerse de manera responsable, propendiendo por que el marco regulatorio promueva prácticas economicas, sociales, ambientales y laborales adecuadas, mientras avanzamos en la construcción de capacidades a nivel interno, desde la academia, y los sectores público y privado, para poder mejorar los dinámicas de desarrollo con recursos economicos, humanos y tecnologicos propios.
En este contexto cobra cada vez mas importancia el desarrollo de las actividades económicas de manera responsable, avanzando más allá de los mínimos establecidos en la normatividad propia del marco regulatorio correspondiente a cada actividad económica, para poder propender por el desarrollo integral a nivel corporativo, económico y social en las áreas de influencia de cada proyecto productivo y con cada uno de sus grupos de interés. Para esto, es importante que las empresas que solo cuentan con la experticia propia de su área de desarrollo, actividad comercial, producción, o prestación de servicios contraten los servicios de expertos en responsabilidad social empresarial, debida diligencia, equidad de género, trabajo con las comunidades, entre otros aspectos que sin lugar a dudas pueden contribuir en generar valor agregado para las sociedades receptoras de la inversión. De esta manera será posible construir relaciones de confianza y valor compartido en las que todos ganemos en el corto, mediano y largo plazo.
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