Establecer metas y objetivos es algo que nos ayuda en todos los aspectos de la vida, claro está que estos objetivos deben ser muy bien pensados, porque en ocasiones trazamos rutas de acción para objetivos a los cuales les asignamos un valor positivo, pero que en realidad generan consecuencias negativas en nuestras vidas, la de nuestros seres queridos y la de las demás personas de nuestra sociedad, así creamos lo contrario, todo por asignarle más valor del que merecen ciertas ideas equivocadas sobre los caminos que creemos que debemos recorrer para vivir a plenitud y alcanzar la felicidad.
Alguna vez se han preguntado ¿Cuántas personas han abandonado o perdido a sus seres queridos antes de tiempo por causa de sus malos hábitos?, ¿Cuántos padres son realmente el mejor ejemplo para sus hijos?, ¿Cuántas mujeres y hombres le ofrecen lo mejor de sí mismos a su pareja?, ¿Qué sentido le damos a nuestra vida?, ¿Cuáles son nuestros propósitos?, ¿Realmente mis acciones me hacen un mejor ser humano?, ¿Qué hacemos con el tiempo limitado que tenemos para nuestro paso por este mundo?
Tratar de dar respuesta a estas preguntas nos puede ayudar a dimensionar el valor de nuestras acciones cotidianas, a veces creemos que nuestra vida se define en GRANDES MOMENTOS y olvidamos que nuestra existencia toma forma con TODAS y CADA UNA DE NUESTRAS ACCIONES Y OMISIONES, por “normales”, “cotidianas”, “simples” o “rutinarias” que las creamos. Por desconcertante que parezca, y a pesar de nuestras “certezas”, realmente muchas veces no conocemos el valor de lo que tenemos y de lo que nos rodea, equivocadamente, le asignamos mayor importancia a cosas, acciones, personas y situaciones que nos brindan satisfacción en el corto plazo, pero ponen en riesgo nuestro bienestar a largo plazo y debilitan la construcción de hábitos fundamentados en valores que promuevan nuestro crecimiento, progreso y desarrollo material, físico, intelectual y espiritual.
Muchas veces dejamos de lado proyectos que nos gustaría emprender para lograr cosas que siempre hemos querido porque nos falta determinación, vemos las metas más complicadas de lo que realmente son y las dejamos de lado, desperdiciando todo nuestro potencial físico, intelectual y moral, por no asumir el compromiso con nuestros sueños e ideales y porque no nos hacemos responsables de nuestro futuro. En ocasiones, cuando nos vamos a enfrentar a determinados obstáculos asumimos una actitud pesimista y desesperanzadora que nos lleva a rendirnos y a devaluar las metas que en el fondo SI queremos, todo para justificar nuestra falta de compromiso y desidia, como si quisiéramos reducir la grandeza de nuestros ideales para que se acomoden a la pequeñez de nuestro compromiso y así sentirnos mejor.
Para que no nos pese la ausencia de las victorias que soñamos, preferimos hacer todo lo anteriormente mencionado, en lugar de fijar una meta en lo más alto para emprender un camino que nos haga crecer y alcanzar las alturas con las que tal vez desde niños hemos soñado. Esta actitud es propia de “un estado interior muy limitante que incluso nos puede llegar a bloquear en el plano emocional” 1 , y por consiguiente en todos los aspectos de nuestra vida. De allí la importancia de no alimentar pensamientos negativos y destructivos sobre sí mismo, nuestras metas, las metas de los demás o las personas que nos rodean, porque esto nos lleva a anular nuestra capacidad, nuestras cualidades y las de los demás, algo que no nos permite aprovechar de la mejor manera nuestra existencia y que nos puede convertir en un obstáculo para el logro de los sueños de las demás personas.
Este llamado a sobreponerse y superar las cosas que nos hacen daño, como los vicios y los malos hábitos no es nada nuevo, por ejemplo, el filósofo y matemático griego Demócrito, a quien llamaban «el filósofo que ríe», se le atribuye la siguiente frase: “El hombre valiente es el que no solo supera a sus enemigos, sino también a sus placeres”; lo mismo ocurre con el llamado a dimensionar la importancia del pensamiento y las acciones positivas en la construcción de nuestra realidad, al respecto, el filósofo Danés Soren Kierkegaard afirmaba que “Nuestra vida siempre expresa el resultado de nuestros pensamientos dominantes”, esto es importante, porque en realidad todos hemos tenido, tenemos y vamos a tener pensamientos negativos y desesperanzadores en algunas situaciones, pero lo importante es hacer que en nuestro dialogo interno prevalezcan el optimismo y la fe que nos ayudan a avanzar con determinación en la consecución de nuestros objetivos a nivel familiar, deportivo, personal, profesional, académico, laboral, etc.
Llegados a este punto vale la pena preguntarnos ¿y cuál puede ser el combustible para mantener en firme nuestra determinación? Para responder a esta pregunta resulta útil una célebre frase de Henry Drummond: «El tiempo no transforma al hombre. El poder de la voluntad no transforma al hombre. Lo transforma el amor”. Solo un sentimiento superior como el amor nos puede dar la energía necesaria para sobreponernos a las múltiples dificultades que se nos pueden presentar siempre que asumamos el compromiso de hacer lo que se debe hacer.
No hay recetas ni fórmulas mágicas, pero los siguientes pasos pueden ser de gran ayuda para iniciar:
Hacer un diagnóstico de la situación en que nos encontramos con respecto de nuestros objetivos, asumiendo con entereza nuestras debilidades y con humildad nuestras fortalezas, con mucho respeto y cariño por lo que somos sin que esto implique renunciar a lo que queremos ser o lograr.
Establecer un plan de trabajo bien pensado, que incluya metas a corto, mediano y largo plazo para llegar a la consecución del gran objetivo avanzando etapa por atapa, como lo hace Nairo Quintana, nuestro NaironMan.
Determinar las acciones a realizar y llevarlas a cabo con disciplina, buscando alcanzar la excelencia.
Respetar nuestro plan de trabajo, nuestros esfuerzos y nuestros logros, por modestos que sean, porque con cada pequeño logro construimos la confianza que nos permite seguir avanzando hacia otro objetivo mayor y continuar así indefinidamente.
Renovar nuestro compromiso con nuestro sueño. Recordar de dónde venimos y visualizar para donde vamos, con la ayuda de Dios nada que sea bueno nos puede quedar grande.
Ser consistente.
Periódicamente hacer autoevaluación de nuestro trabajo.
Plantear acciones de mejora para la consecución de nuestros objetivos.
Seguir avanzando.
Para terminar nuestro segundo artículo correspondiente al Ciclo de Deporte compartimos con ustedes un hermoso escrito de Charles Chaplin:
Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad.
Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.
Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.
Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.
Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.
Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.
Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.
Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!
No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas.