Elecciones presidenciales Colombia 2022: estrategias comunicacionales y políticas que erosionan la democracia.

Sin lugar a dudas casi todas las estrategias de campaña política con objetivos electorales son diferentes. Cada una varia, dependiendo del cargo al que se aspire, la circunscripción territorial de cada elección, el contexto político, económico, social de cada comunidad que va a ejercer el derecho al voto. También influyen las características de cada candidato, las ideas generales que sigue cada partido o movimiento político, su presupuesto para la planeación y despliegue de la campaña en contextos físicos y virtuales, entre muchos otros elementos.

El único aspecto en el que todas las campañas deberían coincidir es en la identificación de problemas públicos, el análisis de causas (aunque cada quien identifique causas diferentes), y la propuesta de alternativas de solución a estos problemas públicos desde el marco de competencias que le otorga la ley a cada uno de los cargos que van a ejercer quienes resulten elegidos (aunque cada quien plantee alternativas de solución diferentes).

Por lo anterior, lo ideal seria que el debate político se oriente a hacer que el electorado conozca las propuestas que plantea cada candidato para solucionar los problemas que más los afectan, y elijan las mejores ideas, al igual que a las personas que por su formación, trayectoria y antecedentes creen que pueda tener una mayor capacidad para ejecutar las acciones que sean necesarias, no solo desde el discurso, sino desde un adecuado ejercicio del liderazgo, ejecución presupuestal, construcción de consensos, honestidad y claridad en el manejo de los asuntos públicos. Para esto, es necesario el trabajo de los expertos en diferentes áreas que tengan la capacidad de construir propuestas de gobierno ambiciosas, pero realizables, que promuevan la construcción de mejores condiciones de vida para todas las personas de manera seria y responsable, sin caer en propuestas populistas que pueden generar falsas expectativas en el electorado con el propósito de ganar las elecciones sin un mínimo respeto por el honor de la palabra para cumplir con las esperanzas e ilusiones que han creado en las personas.

Lamentablemente, la importancia de las áreas programáticas y la relevancia de las discusiones centradas en las propuestas han perdido espacio frente a las áreas de comunicaciones y estrategias de difusión de contenidos en algunas campañas. A algunos candidatos, equipos políticos y estrategas electorales, poco les importa promover los planes de gobierno y las estrategias para resolver problemas públicos, mostrando porque su propuesta es la mejor, y claro, evidenciar los puntos débiles del contrario en cuanto a su propuesta y sus capacidades para ejercer el cargo en contienda, eso si, sin faltar a la verdad y en el marco del respeto por los demás, por sus ideas y por quienes creen en ellos.

Ahora lo importante parece ser desprestigiar a las personas por medio de calumnias, afectaciones a la moral y el buen nombre, tergiversar las ideas o planteamientos del contrario, promover entramados de pactos y alianzas para relativizar y flexibilizar la aplicación de la ley, sembrar dudas en todo el sistema electoral cuando no se tiene la certeza de un resultado favorable, relacionar a las personas con otras para hacer una transferencia del descredito que algunos lideres pueden tener en algunos sectores de la población, crear estrategias “B” o estrategias ocultas de “defensa y ataque” sin ninguna clase de ética en medios de comunicación, redes sociales, grupos de WhatsApp, amenazar con movilizaciones orientadas a producir acciones violentas en todo el país si no gana uno de los candidatos, desfigurar al contrario frente a la opinión pública para hacerlos ver de una manera despreciable, y demás formas de asesinato moral del oponente, todo bajo el eufemismo denominado “acción política”. Sumado a lo anterior se han presentado casos de constreñimiento al elector en algunos sectores del país, con el propósito de beneficiar al mismo candidato que promueve este tipo de campaña, en la que no solo se presenta asesinato moral, sino también físico, como en el caso del líder indígena del Cauca Juan Antonio Montano de la comunidad Misak, quien denunció amenazas para quienes no votaran por Gustavo Petro.

El desarrollo de este tipo de campañas debilita de manera significativa nuestra democracia, porque se manipula de manera ruin y mal intencionada la visión de las personas sobre las alternativas que ofrece el escenario político para liderar nuestro país, también se promueve la visión distorsionada de la realidad para acomodar la opinión del electorado con base en premisas y postulados falsos, por lo cual, el impacto de las campañas sucias no solo recae sobre los oponentes que sufren este tipo de violencia mediática y política que busca su anulación, también es afectada toda la comunidad, las instituciones públicas y la construcción de confianza de las personas en los asuntos públicos.

Es momento de que cada elector asuma su responsabilidad frente al devenir de nuestro país, y vote de manera informada, a conciencia y haga caso omiso a las campañas sucias con las cuales buscan manipular de manera burda su manera de ver el país, sus problemas, las propuestas de solución y las personas que pueden liderar la construcción de un mejor país. Es necesario castigar a quienes, como candidatos, estrategas, equipos políticos, y activistas, promueven acciones deshonrosas para ganar las elecciones, porque en caso de ganar, haciendo uso de las facultades y competencias que les otorga la ley, además de los criterios que pueden aplicar en materia de ordenación y ejecución del gasto público, podrían socavar de manera grave nuestro sistema democrático, el cual ya es bastante frágil de por si…

Cada vez nos convencemos más de la importancia de nuestro trabajo en la construcción de contenidos como el Ciclo de Participación Política y Social, donde destacamos los siguientes contenidos:

Nuestra democracia requiere de un ejercicio de ciudadanía responsable, que le retire el apoyo a quienes adelantan campañas sucias, porque de ellos solo se puede esperar un ejercicio turbio del poder. Pero por sobre todo necesitamos lideres políticos que actúen con honor, con valores y principios, que den buen ejemplo a toda la sociedad, que sean un ejemplo vivo de que es posible promover ideas con claridad, respetando a los contradictores, y enseñando que las diferencias y las contiendas se deben ganar con jerarquía, con honor y con franqueza.