Compra de objetos robados: incentivo para la inseguridad

La construcción de una ciudad con óptimas condiciones de seguridad no puede ser solo una labor de las instituciones públicas ni del gobierno de turno, esta es una tarea en la que los ciudadanos deben ser protagonistas y el correcto ejercicio de ciudadanía debe estar a la orden del día. No debemos desconocer el alto precio que pagamos día a día y el que han pagado las personas que han muerto y sus familias, en medio de las actuales condiciones de inseguridad e indolencia en las cuales está sumergida nuestra querida Bogotá. En gran medida la solución está en nuestras manos, debemos evaluar el impacto de nuestras acciones y las decisiones que tomamos, ya que observadas desde una perspectiva compleja, pueden formar parte del entramado de relaciones que estructuran las redes delictivas y las sustentan.

En una sociedad como la nuestra, en la cual las dinámicas de consumo y de producción están a la orden del día, no es de extrañar que se generen intereses, anhelos y expectativas sobre los productos y servicios a los cuales nos gustaría acceder, bien sea para satisfacer nuestras necesidades básicas u otras necesidades. Conseguir lo que se quiere no siempre es fácil, debemos esforzarnos y asumir una cuota de disciplina, trabajo, creatividad y constancia para poder acercarnos paso a paso a nuestros objetivos, esto demanda paciencia y entereza, dos cualidades que en el mundo globalizado que privilegia la inmediatez no se ven muy a menudo. Esta situación sumada al individualismo que hemos construido a partir de nuestro sistema de valores y la forma en que percibimos el mundo nos llevan a actuar desde la comodidad de la inmediatez, amparados siempre por la ley del menor esfuerzo, razón por la cual es muy común que se compren cosas robadas o de dudosa procedencia, como teléfonos celulares y autopartes pensando en el camino más fácil, ahorrando algo de dinero, así incrementemos el derramamiento de sangre de nuestros conciudadanos, a quienes les roban los bienes que posteriormente con astucia, genialidad e indolencia nosotros adquirimos.

Aunque la tendencia mundial indique que la población se concentra en las áreas urbanas, es necesario entender que ese incremento en el número de individuos con los cuales coexistimos no implica necesariamente una mayor y mejor convivencia, podemos tener altos niveles de densidad poblacional, pero esto no trae consigo una cualificación o mejoramiento en la calidad de relaciones que sostenemos con nuestros conciudadanos, por el contrario, en muchas oportunidades esta coexistencia se convierte en un factor de riesgo. Por esta razón en muchas ocasiones asumimos conductas tendientes a garantizar nuestra protección y la de nuestros seres queridos dejando de lado la posibilidad de pensar en la construcción de mejores condiciones para todos los demás, entendiendo por “todos” no solo a los miembros de nuestra familia, nuestros amigos y demás seres queridos, sino a todas las personas con las cuales compartimos la ciudad y a quienes en el futuro tendrán la oportunidad de habitarla. Esta es una invitación a reflexionar sobre qué tipo de ciudad queremos en el corto, mediano y largo plazo, ya que de momento pareciera que el cumplimiento de los objetivos individuales está por encima de los retos colectivos, situación que permite que en nuestra cotidianidad tengan mucha fuerza actividades como la compra de objetos robados, lo cual constituye una práctica dañina y mala que está en detrimento de la construcción de una ciudad más segura.

Uno de los objetos que mejor refleja este círculo vicioso y asesino, de robo y compra de objetos robados son los teléfonos celulares. Lamentablemente no siempre son vistos desde su funcionalidad y la utilidad que pueden prestar debido a las características de cada modelo, sino que se asumen como objetos de fetiche para satisfacer una necesidad de reconocimiento y estatus, de lo cual se desprende una búsqueda de aceptación para la cual se instrumentalizan productos de telefonía de alta gama.El papel de la publicidad en este tema no es de poca monta, a manera de ejemplo podemos encontrar frases como esta: “De acuerdo a los expertos, tu celular puede definir tu personalidad y satisfacer tus necesidades sociales, por lo que la próxima vez que adquieras un celular considera que de acuerdo al modelo que elijas, la gente sabrá quién eres”1 .

Esa asociación entre los productos de alto valor económico con el valor personal ha entrado a jugar casi de manera imperceptible en nuestra cultura, no es fácil encontrar jóvenes e incluso adultos que no se encuentren motivados en adquirir un Smartphone no solo por las ventajas de carácter técnico, sino por status, como medio para hacer ver a los demás que se tiene un estilo de vida que le permite acceder a este tipo de productos aun sabiendo que para utilizar al 100% este tipo de productos se necesita plan de datos y que no está en condiciones de adquirir este tipo de servicios. Recordemos que: “para millones de personas el teléfono es más que un instrumento de comunicación. El teléfono dice quiénes son, y cuál es su posición en la sociedad. El celular, es pues, una forma de mostrar el estatus social, lo que en los años 50´S hacía la televisión, ahora lo hace el celular”2 .

No es negativo para la seguridad aquella persona que adquiere un celular de última tecnología, con su respectivo plan de datos ya sea porque le gusta o es indispensable para adelantar su trabajo, toda vez que lo haya adquirido de manera legal, asumiendo su costo, pagando un impuesto y procedente de una fábrica, ya que este celular solo genera ganancias y alegrías. Sin embargo, muchas veces las personas que no cuentan con los recursos para tener un celular de estas características buscan uno a bajo precio que les permita disfrutar de los mismos beneficios que obtiene aquel que pago más para tenerlo, por esta razón en su afán por adquirir un Smartphone económico muchos compran celulares baratos, sin pagar impuestos y en lugares donde no se sabe de dónde salió el aparato.

Lo que no saben estas personas o no quieren entender es que el bajo precio que se paga por estos productos se multiplica en términos negativos para la sociedad debido a las condiciones de inseguridad. Los ladrones al saber que este tipo de aparatos tiene alta rotación los buscan de manera obstinada, para venderlos y obtener rápidamente un retorno económico.

Lamentablemente “Dejamos que el objeto hable de lo que somos, en lugar de que nosotros hablemos por nosotros mismos. No se trata de ser, se trata de aparentar, finalmente es una cuestión de estatus”3 . El problema es que nos acostumbramos a este tipo de dinámicas y sostener este tipo de apariencias nos está costando la vida, y frente a un débil sistema judicial y una política de seguridad intrascendente, nosotros los ciudadanos debemos asumir el compromiso de atacar este problema desde un consumo responsable que acabe con la rentabilidad de los Celulares de Sangre.

1 “Cuando tu cell habla de tí a los demás”, En: Taringa, Disponible en: http://www.taringa.net/posts/info/11167528/Cuando-tu-cell-habla-de-ti-a-los-demas_.html
2 González Janette, “El teléfono celular; cuestión de Estatus”, Observatorio de Gobierno Electrónico, Universidad de Guadalajara, Marzo 2 de 2010, Disponible en: http://egob.udgvirtual.udg.mx/?p=394
3 Ibíd.