Ciudadanía – Movilidad saludable para la ciudadanía y nuestro planeta

Ciudadanía:
Todos queremos un sistema de transporte que nos ofrezca comodidad, seguridad, eficiencia, higiene, tranquilidad, economía y por sobre todo sana convivencia y respeto por la dignidad humana. Los prestadores del servicio de transporte, tanto privados como públicos están en la obligación de prestar un servicio óptimo que cumpla con estos requerimientos de la ciudadanía. Sin embargo, es importante resaltar que la ciudadanía además de pedir estas condiciones, también debe ofrecerlas y asumir su responsabilidad y compromiso en la construcción de un sistema de transporte atractivo, agradable para los ciudadanos y protector de nuestro medio ambiente y entorno urbano.

El transporte público no ofrece tantas ventajas como deseamos, por esta razón muchas personas optan por hacer uso de vehículos particulares, los cuales se acomodan a las preferencias y posibilidades de sus propietarios y además les brinda una ventaja que no se ofrece en el transporte público colectivo: La autonomía. La posibilidad de transportarse en un vehículo particular  reporta muchos beneficios de manera individual, pero tiene un impacto negativo para la sociedad en su conjunto, para nuestro entorno urbano y el medio ambiente.

¿Por qué tiene un impacto negativo para toda la sociedad el uso intensivo de los vehículos particulares?

Uso de espacio vial

Históricamente nuestra ciudad ha tenido un proceso de expansión considerable, su crecimiento se ha dado con el propósito de satisfacer las necesidades habitacionales para la población que día a día hace de Bogotá la ciudad más importante de Colombia. Sin embargo, debemos tener en cuenta que el crecimiento no puede ser ilimitado, la infraestructura vial no puede crecer de manera paralela al incremento del parque automotor y mucho menos puede estar a la par con el crecimiento demográfico, por esta razón es necesario que hagamos un uso inteligente de nuestras vías y de nuestros vehículos. En esto juega un papel muy importante la oferta de un servicio eficiente de transporte público, el cumplimiento de las normas, el ejercicio de la autoridad y por sobre todo el correcto ejercicio de ciudadanía por parte de todos y cada uno de los actores del Escenario de la Movilidad.

Es necesario que reflexionemos sobre la responsabilidad que tienen los conductores de los vehículos particulares en la construcción de una ciudad sostenible ecológicamente, protectora del medio ambiente, de nuestro entorno urbano y una ciudad competitiva en la que el tiempo de desplazamiento y la fluidez vehicular sean las mejores. Indudablemente “Contar con un automóvil para ir a un centro comercial, visitar a parientes o amigos en barrios lejanos, o salir de la ciudad, es uno de los frutos del desarrollo económico; sus costos están generalmente internalizados en gran parte por el dueño del vehículo, en la medida en que esos desplazamientos ocurran en horas de escasa congestión. Pero usarlo todos los días para ir a la oficina en el centro de la ciudad genera costos externos de congestión y contaminación y causa importantes perjuicios a la sociedad”1 .La sumatoria de las decisiones individuales en las cuales prima la consecución de intereses particulares genera malestar colectivo, la autonomía de cada uno de los conductores produce un efecto dómino que día a día nos afecta a todos porque como “no experimentan los mayores costos de tiempo y operación que causan a los demás, sus decisiones sobre ruta, modo, origen, destino y hora de los viajes son tomadas, no sobre la base de los costos sociales, sino sólo de los costos propios, o mejor dicho, de una percepción frecuentemente parcial de esos costos. El resultado lógico es una sobreexplotación de la vialidad”2 .

A esta situación debemos sumar el incumplimiento de las normas de tránsito y la falta de ejercicio de la autoridad, situaciones que se suman a la congestión vehicular y hacen que nuestras vías no sean utilizadas de la mejor manera sino que  por el contrario se conviertan en espacios en los cuales reina la mal entendida viveza. Estudios realizados en Europa, Norteamérica y América Latina muestra que en nuestro continente la movilidad es menos eficiente que la europea a causa del comportamiento de los ciudadanos, aun en casos donde hay  iguales condiciones de infraestructura, razón por la cual “En general, tanto la conducta de los motoristas como la condición de la vialidad y la de los vehículos hacen que una calle o una red urbana en América Latina seguramente tenga una capacidad inferior que otra de dimensiones geométricas iguales ubicada en Europa o Norteamérica”3 .

Es así como el uso de espacio vial se ve afectado por la sobre-explotación del espacio vial, la falta de cumplimiento de las normas de tránsito y la falta de un correcto ejercicio de autoridad.

Contaminación Atmosférica y Auditiva:

Las fuentes de contaminación del aire son múltiples, antes los procesos industriales eran los más contaminantes, aunque aún lo siguen siendo, actualmente las actividades derivadas del consumo son las que más afectan nuestro medio ambiente y nuestro entorno urbano, a diferencia de “la experiencia en contaminación del aire de los países industrializados, causada por determinados factores en los procesos de industrialización, la mayoría de las ciudades de América Latina y el Caribe sufren de una contaminación originada en los vehículos automotores”4 , situación que se agrava día a día por el crecimiento del parque automotor, la facilidad de crédito para compra de vehículo, el uso intensivo por parte de los conductores y la falta de oferta de un servicio de transporte público eficiente.

Abordar esta temática nos lleva a tener en cuenta problemas como “la mayor contaminación del aire provocada por el consumo de combustibles en vehículos que circulan en un tránsito convulsionado a baja velocidad, los mayores niveles de ruido en el entorno de las vías principales, la irritabilidad causada por la pérdida de tiempo y el aumento del estrés por conducir inmerso en una masa vehicular excesiva”5 . Estos problemas van más allá de la congestión vehicular y aunque no es fácil evaluar el impacto psicológico de estos problemas, debemos tener en cuenta que no solo estamos contaminando nuestro medio ambiente y entorno urbano, también nos afectamos de manera directa a nosotros mismos.

En el estudio: “Contaminación atmosférica y conciencia ciudadana” elaborado por la CEPAL, en el cual se estudiaron tres ciudades de América Latina, se llegó a la conclusión de que “la principal fuente de contaminación es la emisión de gases de los automóviles, por lo que los responsables de ella son los patrones de consumo de los habitantes de esas ciudades”6 . Razón por la cual necesitamos un cambio cultural que nos permita hacer un uso racional de los vehículos, además de promover el uso de medios de transporte alternativos como la Bicicleta. La única forma de hacer frente a un problema que es causado por el impacto de millones de acciones individuales a nivel global, es hacer que millones de acciones individuales vayan en la dirección correcta, no es accidental que la CEPAL considere “que la conciencia de la ciudadanía es un factor clave en la gestión para descontaminar el aire. Más aún, estima que el avance sistemático alcanzado hasta hoy en materia ambiental sólo se podrá mantener con el compromiso de todos los ciudadanos. Esto implica, por una parte, que el Estado deberá incorporar la participación ciudadana como una variable central de su gestión y, por otra, que la ciudadanía deberá hacer suyo y encargarse de un problema cuya responsabilidad es compartida”7 .

En nuestras manos esta parte de la solución a los problemas de contaminación atmosférica y auditiva, nuestra salud física y psicológica también se ve afectada por estas dinámicas en las cuales el uso intensivo de los vehículos particulares causa congestión, afecta nuestro medio ambiente y entorno urbano.

Erosión de la Construcción de lo Público:

Nos encontramos en un momento en el cual la búsqueda de respuestas individuales está por encima de la búsqueda de respuestas de carácter colectivo y nuestra condición como usuarios de los servicios que se prestan en nuestra ciudad eclipsa nuestra condición de ciudadanía. Actualmente “el individuo tiende a identificarse mucho más como consumidor que como ciudadano, exigiendo valores antagónicos a formas de solidaridad y participación, y contrapuestos también a la preocupación por los bienes comunes, como son los ambientales, entre los que precisamente se encuentra el aire”8 .

Probablemente, es más fácil comprar un vehículo o una moto para acceder a un medio de transporte eficiente que esperar a que la oferta de transporte público responda las necesidades de los ciudadanos. Quienes se encuentran en condición de hacerlo, prefieren comprar un vehículo particular, de esta manera evitan las molestias que trae consigo el transporte de las mayorías, personas humildes que día a día deben hacer uso del trasporte público para poder llegar a sus lugares de destino. Aunque los acuerdos de libre comercio, la reducción de aranceles, la disponibilidad de crédito, el crecimiento de la economía nacional y la prosperidad producto del dinamismo y desarrollo económico de nuestra ciudad han permitido que más personas accedan a esta clase de bienes, es innegable que no todas las personas se encuentran en la condición de poder comprar un vehículo, razón por la cual un vehículo particular es una señal de bienestar económico, recordemos que “en América Latina, el automóvil todavía es considerado no sólo un medio de locomoción, sino un indicador de la ubicación de su dueño en la sociedad”9, además, “constituye un poderoso símbolo de estatus, seguramente el ícono más importante de la civilización contemporánea” 10.

Aunque el estatus juega un papel importante en las elecciones de tipo de transporte en la población, hay que aclarar que la compra y el uso de los vehículos particulares no es solo un asunto de estatus, “en las metrópolis latinoamericanas termina por ser también una necesidad, debido a la modalidad de uso y ocupación del suelo y el sistema insuficiente y precario de transporte público”11 . La situación de inseguridad, la falta de eficiencia en la prestación del servicio, las restricciones horarias (el sistema no funciona las 24 horas), los problemas de convivencia que provoca la falta de cultura ciudadana por parte de los ciudadanos, la infraestructura deficiente, la violencia vial, entre otros factores, crean el clima para que cada quien busque dar respuesta a sus problemas de manera individual al estilo “sálvese quien pueda”, situación que erosiona la construcción de mejores condiciones en los asuntos de carácter público.

Al buscar y encontrar respuestas individuales dejamos de lado la apropiación de la participación en los temas de interés colectivo, además, si tenemos en cuenta que el transporte público en nuestra ciudad es utilizado en su mayoría por personas con escaso poder adquisitivo, podemos ver como la construcción de un mejor sistema de transporte se convierte en un tema de interés solo para un sector de la ciudadanía. Lamentablemente no hemos entendido que la construcción de un sistema de transporte público eficiente beneficia o afecta de alguna manera desde el ciudadano más rico al más pobre, del más inteligente al que lo es en menor medida, del más joven al más viejo, nos afecta para bien o para mal absolutamente a todos, porque en nuestro entorno urbano todos interactuamos de alguna manera y todos debemos actuar haciendo respetar nuestros derechos, pero cumpliendo nuestros deberes para así no vulnerar los derechos de los demás, en particular el derecho a tener un ambiente sano, no olvidemos que “los ciudadanos conscientes y con espíritu crítico comprenden, se interesan, reclaman y exigen el respeto de sus derechos ambientales al sector social correspondiente, y están por su parte dispuestos a cumplir su responsabilidad ambiental”12 .

Pensar en los demás.

Esta parece ser la tarea más difícil en el escenario de la movilidad, un escenario donde cada uno de los actores piensa y actúa desde una posición individual, buscando su comodidad sin importar la de los demás, buscando llegar a tiempo a los lugares de destino aunque para hacerlo se tengan que violar las normas de tránsito y olvidar la cortesía para con nuestros conciudadanos. Debemos comprender que si creamos una cultura del respeto y de confianza vial mejoramos nuestra calidad de vida y la de nuestros hermanos, familiares y amigos. Esto solo es posible a partir de la transformación de nuestros hábitos, de un correcto ejercicio de ciudadanía, recordemos que “las prácticas sociales que dan lugar a la ciudadanía conllevan la posibilidad de transformarse en un espacio privilegiado para el desarrollo de la responsabilidad personal, la obligación mutua y la cooperación voluntaria. Las prácticas sociales inherentes a ella están ligadas a la solidaridad y a la confluencia de derechos y deberes”13 .

La erosión de lo público se da como resultado de la búsqueda de respuestas individuales, la renuncia a los espacios de participación y la falta de solidaridad e interés por las condiciones en que se encuentran nuestros demás conciudadanos, si no tenemos el valor de mirarnos a los ojos y entender que todos somos seres vivos con sentimientos, sueños, necesidades, anhelos, responsabilidades, aspiraciones y proyectos de vida, no podremos avanzar en la construcción de una mejor ciudad, debemos dejar de comportarnos como creaturas indiferentes y asumir el reto de crear conciencia ambiental colectiva y proteger nuestro entorno urbano. Para finalizar recordemos que “la creación de ciudadanía surge como la llave maestra para dar un sentido de nueva civilidad a la responsabilidad social y ambiental del Estado y las empresas. El sentido de trabajar por un medio ambiente sano se construye en el quehacer diario, en una relación personal y grupal y, por ello, la toma de conciencia ambiental ciudadana sólo puede traducirse en acción efectiva cuando va acompañada de una población organizada y preparada para conocer, entender y reclamar sus derechos y ejercer sus responsabilidades (CEPAL, 2000)”14 

[pie][1] Thomson Ian, “La congestión del tránsito urbano: causas y consecuencias económicas y sociales”, En: Revista de la CEPAL 76, Abril, 2002, Pág. 120.[/pie]

[pie][2] Ibíd. Pág. 112[/pie]

[pie][3] Ibíd. Pág. 113.[/pie]

[pie][4] Op.cit.  “Contaminación atmosférica y conciencia ciudadana”, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Santiago de Chile, Junio, 2003, Prefacio, Pág. 20.[/pie]

[pie][5] Op.cit. Thomson Ian, “La congestión del tránsito urbano: causas y consecuencias económicas y sociales”, En: Revista de la CEPAL 76, Abril, 2002, Pág. 118.[/pie]

[pie][6] Op.cit.  “Contaminación atmosférica y conciencia ciudadana”, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Santiago de Chile, Junio, 2003, Prefacio, Pág. 51.[/pie]

[pie][7] Ibíd. Pág. 18.[/pie]

[pie][8] Ibíd. Pág. 260.[/pie]

[pie][9] Op.cit. Thomson Ian, “La congestión del tránsito urbano: causas y consecuencias económicas y sociales”, En: Revista de la CEPAL 76, Abril, 2002, Pág. 116.[/pie]

[pie][10] Op.cit. “Contaminación atmosférica y conciencia ciudadana”, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Santiago de Chile, Junio, 2003, Prefacio, Pág. 91.[/pie]

[pie][11] Ibíd. Pág. 91.[/pie]

[pie][12] Op.cit. “Contaminación atmosférica y conciencia ciudadana”, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Santiago de Chile, Junio, 2003, Prefacio, Pág. 79.[/pie]

[pie][13] Ibíd. Pág. 70.[/pie]

[pie][14] Ibíd. Pág. 26[/pie]